Sobre bienes virtuales

The times are a-changing…

…una vez más. Ya llevamos mucho tiempo con Internet (hoy en dia, 10 años son mucho tiempo) y nuestra forma de consumir contenidos audio-visuales ha cambiado completamente (para algunos más y para otros menos). La revolución ha llegado por dos vías:

  • Por un lado, la irrupción de Internet en nuestra vidas nos ha permitido acceder a una inmensidad de contenidos, tanto de forma directa como indirecta.
  • Por otro, la tecnología ha alcanzado un punto de desarrollo que la ha convertido en una «commodity», presente en todas partes a precios asequibles que nos permite consumir esos contenidos de forma cómoda y ubícua.

Es relativamente sencillo acceder por vías «alternativas» a todo tipo de contenidos (aunque no a todos los contenidos), y esto ha desequilibrado totalmente el papel de intermediadores de contenidos, y también de los productores, ya que su lenta reacción y miopía ante un nuevo mercado han provocado que los consumidores haya acabado optando por estas vías alternativas; y la historia va camino de repetirse con los ebooks,  con editoriales que planean sacar la edición electrónica meses más tarde de la edición en papel: pues si no me lo vendes ya lo encontraré por otro camino.

Pero aún no está todo perdido

Si las cosas se hacen bien, sencillas y se ofrece un servicio atractivo estamos ante una nueva mina de oro: nunca ha sido tan fácil acceder al contenido, y nunca ha sido tan sencillo pagarlo. Modelos como iTunes, Spotify, el AppStore, XboxLive, PSNetwork, Netflix están funcionando. Si se ofrece al consumidor un punto en el que encontrar siempre el contenido que busca, con la máxima calidad y un precio atracativo, acabaremos comprando o alquilando. Pero entre más tiempo pase, más nos acostumbraremos al modelo «alternativo».

Precios «virtuales»

Cuando compramos una película o un mp3, un ebook o un juego, lo único que hacemos es descargarnos un fichero. Y ya está. Se eliminan múltiples costes de manufactura, embalaje, diseño, transport, stockage, locales de venta, dependientes…y se agrega el del desarrollo de la tienda virtual (o «store» que mola más), la pasarela de pago, el espacio ocupado por el fichero y el mantenimiento de sistemas, pero a una escala mucho menor. Mi sensación es que ambos gastos no son comparables, y además, estamos adquiriendo un bien que no podemos revender, es decir,tiene menos valor que su contrapartida física.

Y aún y todo, se empeñan en cobrarnos lo mismo (a veces más incluso, veáse el precio de ciertos discos) por ambos productos. A quién pretenden engañar?

Y una vez que compramos esos bienes virtuales…

…que derechos tenemos sobre los mismos? ¿Podemos reproducir esos ficheros en más dispositivos aparte del gadget de rigor o nos coserán a DRMs?

Los bienes virtuales tienen beneficios para el usuario final, pero que no se aplican o se hace de forma un poco retrógada. Por ejemplo, la ventaja de disponer de esa película cuando queramos sin tener que preocuparnos de hacer una copia de seguridad de la misma (sí, esa misma copia que conseguimos por el torrent), y si nos meten el DRM, poder compartirlo con quien queramos o revenderlo (ya que cuando tienes un dvd físico se lo puedes prestar o regalar a quien quieras).

«It’s a brave new world»

Y la verdad es que podemos ver hacia dónde va, pero no cómo llegaremos. Por ahora, el mercado virtual es atractivo pero creo que faltan una serie de máximas (de igual forma que se rige el mercado real) y que estas se irán desarrollando a través de la exigencia de los consumidores.

Deja un comentario